Es una advertencia acerca del peligro de la curiosidad, pero la curiosidad humana ha sido y es la fuente del adelanto, del progreso incesante de nosotros los seres humanos sobre la Tierra.
Tal vez el gato del refrán, por satisfacer su curiosidad no previó o imaginó el peligro, pero aunque el instinto le hubiera dicho algo, no es un animal racional, un ser humano que toma sus precauciones porque piensa.
Una persona a la que mata (de muerte, óbito) la curiosidad, aquí más que curiosa es boba. El viejo dicho de “ante la duda, abstente”, es cierto, porque alguien que duda, piensa o como se dice también, raciocina. Es decir, que usa la razón.
La curiosidad humana ha conseguido que las civilizaciones florezcan, crezcan y aunque después desaparezcan, dejen para la Historia y para otras civilizaciones que vendrán después, conocimientos que las hagan progresar más rápidamente. Los ejemplos a lo largo de miles de años son incontables.
El creativo publicitario tiene que ser doblemente curioso y averiguar el porqué de infinidad de cosas, porque su trabajo se basa en el conocimiento de multiplicidad de temas y en hallar la forma de comunicarlos, eficientemente, ante pedidos determinados de quienes son sus clientes.
La curiosidad, que es natural en los niños y les sirve para aprender, por desgracia, se va perdiendo con el crecimiento, sobre todo porque suele ser ridiculizada: “¡No sabes!” y generalmente se prefiere ignorar algo que admitir ante los demás que se desconoce sobre el asunto. Es muy común creer que la curiosidad es “mala” y que un “Yo sé”, basta para ocultar la ignorancia.
Estoy orgulloso de mi curiosidad, porque me permite seguir aprendiendo en mis ya cercanas ocho décadas de edad, y lo hago por placer. El placer de descubrir, de “saber”. Nunca he pensado “abarcarlo todo”, pero confieso que mi curiosidad parece insaciable.
Sigo preguntándome ¿Qué era lo que el gato quería saber?