No es un secreto que la publicidad no tiene muy buena fama qué digamos; si convenimos que es comunicación, lo mismo que el periodismo, la primera diferencia que se hace es que la publicidad es comunicación pagada por quienes buscan comunicar y tiene ciertas características que la “orientan” a conseguir resultados positivos para el patrocinador.
En los estudios universitarios, las llamadas “ciencias de la comunicación”, suelen dividir sus “especializaciones”, en periodismo y publicidad, y creo, por experiencia personal directa, que es mayor el número de alumnos de periodismo que el de los que optan por la publicidad.
Tal vez sea porque el periodismo busca comunicar “la verdad”, sin sesgo ni acomodo alguno, por lo menos en teoría, a diferencia de la publicidad, que también debe decir la verdad sobre lo que comunica, pero con un sesgo favorable (y verdadero, insisto) hacia el anunciante, además de atraer previamente la atención y buscar el convencimiento del público, a través de argumentos válidos en los mensajes emitidos.
Pero se suele decir “¡Eso es solamente publicidad…!”, dándole así, a esta, una connotación menor y totalmente interesada. Se infiere que la publicidad no es algo que sé deba tener en cuenta, que es en total prescindible y que no importa lo que diga, probablemente no sea por completo cierto. Si se cree que exagero, fijémonos cuando escuchamos que alguien, “Se está haciendo publicidad”, para significar que se está “promocionando”, haciendo “autobombo” de sí mismo.
Tal vez la publicidad sea o pueda ser considerada un “arte menor”, pero es innegable la influencia que tiene en la sociedad. Es, creo, la mejor forma de orientar (sí, lo sé, “interesadamente”) al público, dentro de un maremágnum de diferentes y similares productos y/o servicios que se ofrece a diario.
Para terminar, al título de este artículo le quitaría lo de “casi” y “mala”, dejando “palabra”, que es finalmente una manera de comunicarse.