El economista británico-estadounidense y Nobel 2024, reconocido por sus estudios sobre desigualdad, sugirió en una entrevista con BBC Mundo reformular el modelo económico de las principales redes sociales.
Simon Johnson, economista británico-estadounidense y ganador del Premio Nobel de Economía 2024, ha lanzado una fuerte crítica al modelo económico de redes sociales como TikTok e Instagram. En una entrevista con BBC Mundo, Johnson denunció que estas plataformas se sustentan en la manipulación emocional de sus usuarios, especialmente adolescentes, a través de contenidos diseñados para provocar miedo, enojo y adicción.
Según Johnson, el modelo basado en publicidad digital genera una “manipulación emocional bastante extrema” que tiene consecuencias preocupantes para la salud mental y la cohesión social. “Estas plataformas están diseñadas para captar atención a cualquier costo”, afirmó, advirtiendo que la polarización y la pérdida de pensamiento crítico son efectos directos de este enfoque.
Como alternativa, el economista propuso un modelo de suscripción que reemplace la dependencia de ingresos publicitarios. Aunque reconoce que este cambio podría encontrar resistencia por parte de los usuarios, argumenta que pagarlo permitiría reducir los incentivos para la manipulación y proteger los valores democráticos. La suscripción, añadió, podría adaptarse a contextos económicos diversos para mantener la accesibilidad.
Johnson también trazó un paralelismo histórico al comparar el poder de las plataformas actuales con el de corporaciones como Standard Oil a fines del siglo XIX. En línea con ese análisis, apoyó la fragmentación de grandes empresas tecnológicas para evitar monopolios, sugiriendo que separar servicios como WhatsApp de Facebook podría limitar su poder sin perjudicar al consumidor.
Su propuesta ha encendido un debate global sobre el futuro de las redes sociales y la ética tecnológica. Johnson advierte que el acceso gratuito financiado por publicidad tiene un costo social oculto: el usuario convertido en producto. Para él, repensar este modelo es clave para garantizar un entorno digital más justo, saludable y alineado con los principios democráticos.