Los altos costos de producción de la indumentaria espacial así como el tiempo que se toma manufacturarlos podrían retrasar los planes de EEUU para volver al satélite en 2024. Te contamos los detalles aquí.
La Nasa insiste en sus planes de volver a la luna en 2024 y aunque son varias las piedras de tranca que se interponen para cristalizar la meta, la agencia espacial no quiere desaprovechar el buen momento de opinión pública que dejaron los viajes de Richard Branson y Jeff Bezos, así como la popularidad de Elon Musk, CEO de Space X, que han vuelto a poner en el imaginario colectivo la conquista de la bóveda celeste.
Uno de los obstáculos que debe enfrentar la agencia estadounidense es el de los nuevos trajes espaciales, primero porque implican un desembolso realmente significativo y en segundo lugar por el tiempo que se requiere para manufacturarlos. Y en ese sentido, también entra el debate de si los produce la agencia o si debe entregar la responsabilidad a un contratista y así ahorrar tiempo.
La agencia de noticias Bloomberg publicó los datos que se desprenden de una auditoría que ahondó en 14 años de trabajo invertidos por la Nasa para diseñar y construir una nueva generación de trajes espaciales capaces de volver a la Luna. De allí se desprende que cada uno tendría un costo de 500 millones de dólares y que tardarán al menos cuatro años más en producirse, es decir, que no estarían listos antes de 2024.
«Hace tan sólo unos años, no habría sido posible acelerar ese plazo. Pero gracias al crecimiento de la próspera industria espacial comercial estadounidense, la Nasa tiene ahora opciones que van más allá de los contratistas tradicionales que durante mucho tiempo le han ayudado a construir el hardware espacial dentro de la agencia. Con el reloj en marcha, la agencia debería recurrir a los emprendedores de alto vuelo de Estados Unidos para realizar el trabajo y volver a encarrilar la misión a la Luna», indica el despacho Bloomberg.
En Estados Unidos la opinión de los contribuyentes nunca ha sido precisamente favorable a la exploración espacial. Esto debido a sus altos costos, que no ven relacionados con los beneficios que trae al país más allá de una demostración de poderío internacional, es decir, un rédito político.
En una encuesta realizada el año pasado en la que se clasificaban las posibles prioridades espaciales de la administración del presidente Joe Biden, la investigación climática era la primera elección, mientras que evitar los asteroides era la segunda. El envío de personas a la Luna o a Marte ocupaba el último lugar.
Es así como empresarios como el propio Musk o Patricia Stoll, ejecutiva de ILC Dover, una empresa que ha trabajado con la NASA en trajes espaciales que se remontan a las misiones Apolo, insisten en decirle a la Nasa que se aparte del camino y dejen que terceros se encarguen al cien por ciento de diseñar y producir los nuevos trajes. Es una decisión que tiene los minutos contados si Biden quiere ser quien vuelva a plantar la bandera de Estados Unidos en el suelo lunar.