Lo digo directamente y sin vergüenza ninguna, porque hay muchos a
quienes no les gusta, la consideran “invasiva” o si han trabajado en ella, les
parece que lo hicieron “porque necesitaban plata”, pero sus verdaderas vocaciones
eran ser artistas o escritores.
A mí siempre ha sido algo que me ha atraído, porque de chico, recortaba
los avisos de las revistas que había en casa y los iba pegando en un cuaderno…
Debo haber llenado un par de ellos, que desaparecieron con el tiempo, pero lo
que no hizo este, fue “desaparecer” mi afición por la publicidad.
La publicidad a mí me llamó la atención por los dibujos primero y luego,
cuando pude entenderlos más o menos bien, por los eslóganes y las frases que
eran titular.
Aprendí a dibujar. Repito que era chico, e incordié en casa hasta que
logré que me matricularan “por correspondencia”, en “Continental Schools”, cuyo
aviso había visto muchas veces en los “chistes” (revistas de comics) que tenía
casi como tesoros: “Porky y sus amigos”, “La pequeña Lulú” Lorenzo y Pepita” y
tantos otros… El correo me traía semanalmente las lecciones de dibujo, en
sobres que estaban a mi nombre y me hacían sentir importantísimo.
Los años pasaron y mis compañeros de colegio, hasta ahora se acuerdan de
mis dibujos e intentos de caricatura. ¡No es que fuera especialmente dotado,
pero me gustaba dibujar pues…! Siguió transcurriendo el tiempo y fui comprando
los libros de Andrew Loomis, famoso artista norteamericano, ilustrador y
maestro del dibujo, porque yo quería hacerlo cada vez mejor. Luego dibujé
afiches, programas de teatro y dibujando, dibujando, llegué a diseñar
escenografía y a hacer diseño de vestuario para teatro.
Recuerdo que, en mi habitación, ya adolescente, en una pared que estaba detrás
de la cama, dibujé, solamente con pintura negra sobre el color gris de la
pared, una multitud de rostros humanos diferentes, que tenían la particularidad
de parecer seguirlo a uno con la mirada…
No fue sino hasta que allá por el año 1969, haciendo realidad mi sueño
de niño, entré a McCann Erickson, en prueba, para el único puesto para
“creativo” que había: ¡El de redactor! Siempre digo que cuando vi cómo
dibujaban los directores de arte de la agencia, comprendí que lo mío eran
monigotes y agradecí no tener que dibujar, aunque escribir fuese algo nuevo
para mí. Escribir para publicidad era y es “todo un tema”; pude aprender porque
me tuvieron paciencia y, además, francamente, no iba a desaprovechar la oportunidad…
¡Gracias a Dios, pasó el mes de prueba y me contrataron!
Escribir es lo mío, desde entonces y finalmente, como se dice, “fui
perdiendo la mano” para el dibujo y tres infartos cerebrales “terminaron el trabajo”
… No dibujo, pero escribo… ¿Y saben gracias a qué? ¡A la publicidad!
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